HISTORIA DEL ALOE VERA
El Aloe se encuentra en estado natural en la mayoría de regiones tropicales o sub-tropicales.
Existen 350 especies de Aloe. Esta planta ha dejado huella en todas las civilizaciones conocidas a lo largo de la historia.
Una historia que nos permite comprender por qué es hoy en día tan valorada, no como leyendas o cuentos, si no con información científica que por fin certifica por qué el aloe vera ha sido tan utilizado y conocido.
Te invitamos a conocer como ha sido la cronología de la historia del aloe en estas diapositivas.
En Egipto acompañaba al faraón en su viaje hacia “la eternidad”
En China las espinas curativas del aloe personificaban a las uñas sagradas de la divinidad.
En cuanto a los Indios del Nuevo Mundo, el aloe formaba parte de las 16 plantas sagradas adoradas como dioses
En África, los camelleros nómadas lo llamaban el “lirio del desierto”
Los indios americanos “curandero silencioso” o “Doctor Aloe”
En Rusia es conocido como el “elixir de larga vida”
Los primeros testimonios fidedignos sobre el conocimiento del aloe por parte de la Humanidad los encontramos en Egipto.
Se encuentran pinturas cercanas al año 3000 antes de Cristo, que adornan monumentos funerarios.
En el “Libro egipcio de los remedios” del aloe se decía que era la planta cuya “sangre” ofrecía la belleza, la salud y la eternidad. Formaba parte del ritual de embalsamamiento y acompañaba al faraón en su viaje hacia el otro mundo. Los sacerdotes la llamaban “planta de la inmortalidad”.
Entre las mujeres tenía la fama de conservar la belleza y esplendor.
Se dice que el brillo de los ojos de Cleopatra era sobre todo debido a un colirio hecho a base de aloe, y que la belleza de la piel y de la tez de Nefertiti surgía de sus baños de leche de burra y de pulpa de áloe.
La noticia epigráfica más antigua que se conserva sobre el uso medicinal del aloe vera aparece en unas tablas de arcilla cocida que proceden de Sumeria, fueron escritas hacia 2100 a. de C. y en ellas se describen mediante signos cuneiformes las propiedades laxantes de la planta.
Para los griegos era símbolo de belleza, paciencia, fortuna y salud. Hipócrates (460-377 a. de C.), padre de la medicina moderna, describe algunas propiedades: Crecimiento de cabello, curación de tumores, alivio de disenterías y dolores de estómago.
“Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento”
En Gaza, Alejandro Magno fue herido por una flecha, y fue untado por aceite hecho de Aloe procedente de la isla de Socotra, que le curó la herida. Parece ser que fue uno de los motivos por los que Alejandro Magno emprendió una expedición naval para apoderarse de la isla de Socotra y de sus plantaciones de aloe. Se decía que el jugo de esta planta volvía a los guerreros invulnerables.
La isla de Socotra, en el océano Índico, fue reconocida por sus plantaciones de aloe medicinal desde el siglo V a. J.C. Sus habitantes exportaban los extractos de esta planta hasta China, pasando por la India, Malasia y el Tibet.
En la Biblia se habla del Aloe en varios de sus libros más antiguos. También en el nuevo testamento se habla del embalsamamiento del cuerpo de Jesús con mirra y aloe.
Los fenicios hacían secar la pulpa en odres de piel de cabra y la exportaban. Fue así como los romanos descubrieron sus propiedades curativas. Se sabe que los prisioneros cartaginenses tenían la costumbre de consumirlo en gran cantidad para curar sus heridas.
En el siglo primero Dioscorides, médico griego que sirvió a los ejércitos romanos, destacaba sus virtudes para hacer coagular la sangre de heridas, cicatrizar desolladuras y llagas abiertas, curar forúnculos y hemorroides, frenar la caída del cabello y detener oftalmias. Plinio el Viejo, médico de la época describe una manera de curar la disentería con aloe.
Desde la antigüedad los beduinos de la península arábiga y los guerreros tuaregs del Sahara conocen las virtudes del aloe, al que llaman “Lirio del Desierto”.
En caso de epidemia o de escasez, los parsis y los escitas tenían la costumbre de alimentarse con pulpa de aloe.
El aloe, que figura junto al cáñamo entre las plantas cultivadas alrededor de la fortaleza de Alamut (norte de Persia), era considerado por los ismaelitas como antídoto y elixir de larga vida al mismo tiempo. Los Templarios residía en el famoso elixir de Jerusalén, elaborado con hachís, pulpa de aloe y vino de palma.
Todavía hoy, al regreso de una peregrinación, los musulmanes cuelgan hojas de aloe traídas de la Meca en la puerta de sus moradas, dando así testimonio de que han cumplido su deber.
Para los africanders y los zulús, el aloe es “la planta que lo cura todo”.
Algunas tribus del desierto hacen con él un jabón líquido con el cual se untan el cuerpo y el cabello.
Fue durante las Cruzadas cuando los guerreros de Occidente descubrieron las virtudes del Aloe, que sus adversarios musulmanes consideraban como el remedio por excelencia.
A lo largo de sus conquistas, los árabes aclimataron el Aloe en Andalucía.
En la medicina tradicional de la India siempre se tuvo en mucha estima al áloe, en tanto que parte integrante de la farmacopea hindú. Los hindúes lo tienen como una de las mejores plantas apodándolo “el curandero silencioso”. Al ser considerado como planta sagrada, participaba en los rituales de sacrificios, y algunas de sus especies eran rigurosamente protegidas.
Actualmente aún se ponen encima de las hogueras funerarias hojas de aloe, símbolo de renacimiento y de eternidad.
Gracias a la pulpa del aloe los marinos españoles de la Santa María, diezmados por la enfermedad y la malnutrición, fueron salvados parcialmente, y aquello incitó a Cristóbal Colón a llamarlo el “doctor en maceta”.
A partir de entonces los españoles transportaron siempre aloe a bordo de sus navíos.
Entre los indios de América sus hojas cocidas bajo las cenizas eran comidas, la pulpa fresca frenaba las hemorragias y cicatrizaba las heridas; fermentado, su gel amargo tenía la fama de “calmar” el vientre, limpiar los riñones y la vejiga, disolver los cálculos, quitar la tos, mejorar la expectoración y provocar la menstruación. Se quitaban la migraña aplicándolo con cataplasmas alrededor de la cabeza.
El aloe formaba parte de las 16 plantas sagradas adoradas como dioses.
Paracelso, el gran médico del Renacimiento, descubrió los méritos del aloe.
En una carta habla del “misterioso y secreto aloe cuyo jugo de oro cura las quemaduras y los envenenamientos de la sangre”.
En Rusia el aloe es muy conocido y usado.
En Japón el aloe es una planta reina y hoy en día se bebe, se come y se consume y cura bajo todas sus formas. En la segunda guerra mundial fue el remedio más utilizado con excelentes resultados en quemaduras sufridas por radiación tras las explosiones de Hiroshima y Nagasaki.
Para los chinos desde hace siglos el aloe es considerado como un medicamento específico contra las quemaduras y enfermedades de la piel. Para ellos está entre las plantas con mayores virtudes terapéuticas y lo llama: “remedio de armonía”. Se utiliza la pulpa del aloe en el tratamiento de la arteriosclerosis.
Investigación Moderna
En 1912 un plantador de Kentucky, observó sorprendido las virtudes curativas del aloe cuando unos obreros de su plantación, que estaban gravemente quemados, se curaron rápidamente después de que unas matronas untaran sus heridas con pulpa de aloe. Decidió cultivar aloe y comercializarlo como ungüento.
En los años 30, Creston Collins y su hijo redescubrieron científicamente las virtudes del aloe vera y demostraron su eficacia en la cura de numerosas afecciones. Destacaron especialmente, la capacidad del aloe vera (barbadensis) en paliar los efectos de las radiaciones derivadas de la radioterapia. Decenas de investigadores se lanzaron entonces al estudio científico de la composición química de la planta. Entre ellos, Chopia y Gosh identificaron en 1938 sus principales elementos activos.
En 1942, Rodney M. Stockton, ingeniero químico, se hallaba de vacaciones en Florida cuando sufrió una grave quemadura por el sol. Sus amigos untaron su piel quemada con la pulpa gelatinosa extraída de una hoja fresca de aloe. Confuso por la rapidez de su curación, Stockton decidió estudiar el fenómeno. En 1947 se instaló en Florida y trabajó en la estabilización del gel de la planta. Puso a punto un ungüento hecho a base de aloe, eficaz contra las quemaduras, y que un programa de televisión muy popular hizo famoso en los Estados Unidos.
El gel de la pulpa del aloe es muy inestable. Si se deja al aire libre se oxida rápidamente y este proceso destruye la mayoría de sus propiedades terapéuticas. Incluso puesto en el frigorífico, también se oxida. El verdadero problema de su comercialización fue la conservación del producto.
Se intentó exponer a rayos ultravioleta, pero modificaba su composición. Tampoco era efectiva la pasteurización. Algunos intentaron el secado en frío y otros deshidratarlo con temperaturas altas. También la irradiación, pero estos procesos no permitían conservar las propiedades naturales y mantener los principios activos intactos.
Al final de los años 50, Bill C. Coats, un farmacéutico tejano que dedicó gran parte de su vida al estudio del aloe, consiguió estabilizar la pulpa fresca del aloe vera gracias a un proceso totalmente natural. Su secreto, patentado, reside en la incubación durante tres días de la pulpa, a una temperaturas bajas y variables, y en la adición de vitamina C, vitamina E y sorbitol, antioxidantes eficaces. Este gran descubrimiento permitió comercializar el aloe vera manteniendo todas sus propiedades.
Hoy en día se ha perfeccionado este proceso y se conoce como estabilizado en frío.
El proceso de estabilizado en frío solo lo realiza un 5% de empresas en el mundo. Garantiza preservar las propiedades de la planta. Sin embargo por motivos económicos muchas compañías siguen liofilizando el aloe a
altas temperaturas.
En 1963 se publican estudios en los que se demuestra que 18 pacientes tratados con Aloe Vera de úlcera duodenal se curan completamente.
En 1964 se demuestra que inhibe la acción de varias bacterias, por elemplo el estafilococo o la salmonela.
En 1973 se demuestra el efecto del gel de Aloe Vera en problemas cutaneos como úlceras de piernas, acné y pérdida de cabello.
En 1974 Filatov, oftalmólogo ruso, publicó sus excelentes resultados al tratar hemorragias traumáticas en el cuerpo vítreo del ojo mediante inyecciones de aloe. En 1976 un estudio de la Universidad del Cairo demostró que los ojos tratados con aloe curaban mejor que los tratados con medios clásicos.
En Estados Unidos comienza a ser popular y comienza su comercialización.
En 1981 los productores de EEUU se unen para crear el consejo mundial del Aloe, actualmente conocido con el nombre de IASC, del cual tenemos el sello.
En 1984 Ivan E. Danhof, jefe del Laboratorio de Investigaciones del Norte-Tejas, dirigió unos estudios que demostraron que la aplicación de gel de aloe en la piel aceleraba de 6 a 8 veces la producción de fibroblastos humanos, respecto al ritmo de reproducción celular normal. Los fibroblastos, que son responsables de la fabricación del colágeno, principal sostén proteínico de la piel, son unas células cuya actividad condiciona el envejecimiento de la dermis y la aparición de arrugas.
Danhof demostró las fantásticas virtudes de rehidratación del aloe, cuyo gel penetra en el interior de la piel 3 o 4 veces más deprisa que el agua.
Las cremas con aloe vera comienzan a hacerse más y más populares. Las propiedades del Aloe Vera, el efecto conductor y la sinergia con otros componentes las hacen ideales para la industria cosmética y nutricional.
En 1985 se avanzaba en el descubrimiento de polisacáridos del aloe con propiedades antivirales como el acemanano.
Ensayos clínicos realizados sobre enfermos de sida mostraron que reforzaba el sistema inmunitario de los enfermos de sida y frenaba de forma duradera la progresión del virus H.I.V.
Cada vez más farmacéuticos, biólogos y médicos serios estudian el aloe y confirman algunas de sus propiedades legendarias. Se sigue investigando y incluso se siguen descubriendo nuevas virtudes, en particular sus propiedades nutritivas.
Sin embargo una planta que todo el mundo puede coger en los campos, cultivar en su terraza o en su jardín, capaz de ayudar e incluso curar numerosas enfermedades, crea cierto desorden en el negocio de la industria farmacéutica.
La reputación de “planta milagrosa”… ¿no es exagerada? ¿no parece una bonita leyenda o quizá una campaña comercial para promocionar los productos de aloe vera del mercado?
El peso de la historia es demasiado grande. Su uso, adoptado por pueblos muy alejados geográficamente, como el antiguo Egipto, la India, la América precolombina, Madagascar, la Australia primitiva, China etc.. demuestran que no se trata de propaganda. Los resultados prevalecen. Por este motivo se está ganando la batalla y en algunos países el Aloe Vera ya forma parte de los tratamientos recomendados por la medicina.
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